Հեքիաթներ քնից առաջ կարդալու համար

Երեխաները սիրում են հեքիաթներ քնից առաջ։ Դրանք ունեն հանգստացնող ազդեցություն և օգնում են հեշտ քուն մտնելուն։ Շատ ընտանիքներում հեքիաթները քնի պատրաստվելու կարևոր մասն են։ Ժամանակ տրամադրեք օրը ավարտելու Ձեր փոքրիկ արեգակի հետ միասին։ Մեր համառոտ պատմվածքները հոյակապ ուղեկից են դեպի երազների աշխարհ։

 

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Անուշ քուն
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El tesoro escondido del bosque mágico

En lo profundo de un bosque donde las copas de los árboles tocaban el cielo y las luciérnagas formaban caminos brillantes al anochecer, vivía un ser mágico llamado Yurí. Era pequeño, veloz como el viento, y tenía el cabello alborotado como las raíces de un árbol. Llevaba una capa hecha de hojas secas y tenía la risa más contagiosa de todo el bosque.

En lo profundo de un bosque donde las copas de los árboles tocaban el cielo y las luciérnagas formaban caminos brillantes al anochecer, vivía un ser mágico llamado Yurí. Era pequeño, veloz como el viento, y tenía el cabello alborotado como las raíces de un árbol. Llevaba una capa hecha de hojas secas y tenía la risa más contagiosa de todo el bosque.

Nadie sabía exactamente de dónde había salido Yurí. Algunos decían que nació del susurro de los árboles; otros, que fue una estrella que cayó en una noche de luna llena. Lo cierto es que Yurí era el guardián del bosque mágico, y aunque era bueno y generoso, también le encantaban las travesuras.

Una tarde, una niña llamada Clara entró al bosque con su cuaderno de dibujos y una gran pregunta en mente:

—¿Dónde estará el tesoro escondido del bosque?

Había escuchado a los abuelos del pueblo contar que, entre los árboles antiguos, había un tesoro tan valioso que no se podía medir con monedas. Decían que solo podía ser encontrado por quien mirara con el corazón y no solo con los ojos.

Mientras Clara paseaba, empezó a notar cosas extrañas: piedritas que formaban flechas en el suelo, hongos que dibujaban sonrisas, y el eco de una risa divertida que parecía moverse entre las ramas.

—¿Quién está ahí? —preguntó Clara, entre curiosa y nerviosa.

—Soy Yurí, el guardián de este bosque —respondió una voz alegre desde lo alto de un árbol—. ¿Buscas algo?

—Estoy buscando el tesoro escondido. ¿Tú sabes dónde está?

Yurí bajó dando un salto y aterrizó justo frente a ella. Sus ojos brillaban como gotas de rocío al amanecer.

—Tal vez sí, tal vez no —dijo jugando—. Pero antes dime… ¿para qué lo quieres?

Clara se quedó pensando.

—No quiero riquezas. Solo quiero saber qué hace que este bosque sea tan especial.

Yurí sonrió satisfecho.

—Buena respuesta. Entonces sígueme.

Juntos caminaron por senderos cubiertos de flores diminutas, cruzaron puentes de raíces entrelazadas y escucharon los secretos que susurraban los árboles. Finalmente, llegaron a un claro donde crecía un árbol muy antiguo, con la corteza suave y cálida como una manta.

—Mira ahí abajo —señaló Yurí.

Clara se agachó y encontró una pequeña caja hecha de madera del bosque. Al abrirla, encontró algo que no esperaba: un espejo redondo, pulido como un lago en calma.

—¿Un espejo? —preguntó sorprendida.

—Sí —respondió Yurí—. Porque el verdadero tesoro del bosque es quien sabe ver su magia. Y esa persona... eres tú.

Clara sonrió. Nunca nadie le había dicho algo tan bonito. Desde ese día, volvió siempre que pudo al bosque, a pintar, a escuchar y a reír con Yurí, que a veces le escondía las gomas de borrar solo para verla reír, pero siempre le dejaba pistas para encontrarlas.

Y cada vez que algún niño entraba al bosque buscando algo, Yurí se escondía tras una hoja y susurraba al viento:
 —Busca con el corazón... y lo encontrarás.

 

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