En un reino lleno de flores y dulces aromas vivía la Princesa Violeta, a quien no le interesaban los bailes ni las joyas. Lo que más le gustaba era cocinar y hacer picnics con sus amigas.

Sus mejores compañeras eran Luna, que hacía las mejores tartas de frutas, y Nora, una ardillita parlante que encontraba las fresas más dulces del bosque.

Un día, Violeta encontró un viejo mapa con una nota misteriosa:
 "Prohibido ir al Claro Encantado. Peligro de magia traviesa."

—¡Perfecto para un picnic inolvidable! —dijo Violeta.

Aunque Luna y Nora dudaban, prepararon una cesta con panecillos, jugo de bayas y galletas. Cuando llegaron al claro… ¡la comida desapareció en un segundo!

—¡Nos la han robado! —chilló Nora.

De repente, aparecieron unos duendecillos invisibles, riendo sin parar.

—¡Si queréis recuperar vuestro picnic, debéis ganarnos en un reto de cocina!

Las tres amigas aceptaron. Usaron flores, frutas y miel del bosque. Luna hizo una mini tarta, Nora preparó nueces crujientes, y Violeta cocinó su famosa sopa de pétalos.

Los duendes quedaron encantados.

—¡Habéis ganado! Podéis venir siempre que queráis.

Desde entonces, el Claro Encantado se convirtió en su lugar secreto, donde la valentía se medía en recetas… y la magia olía a canela.