Era una noche muy especial en el bosque de Milo. Todo estaba iluminado y los animales correteaban entre los árboles con disfraces y cestas llenas de caramelos. Era la noche de Halloween.
Todos los años, los animales se reunían en un prado y colocaban grandes troncos con comida donde jugaban juntos. Estaban a punto de anunciar el ganador del concurso de disfraces cuando, de pronto, una figura misteriosa atravesó el cielo a toda velocidad. Nadie sabía qué podía ser porque todos los habitantes del bosque estaban allí celebrando.
- ¿Quién puede ser? - preguntó la señora nutria preocupada.
- Quizás alguien nos esté gastando una broma de Halloween - sugirió Milo.
La explicación de Milo calmó a los animales, hasta que la misma figura volvió a cruzar el cielo tan rápido que todas las hojas de los árboles empezaron a caerse. Los animales, asustados, salieron corriendo y se escondieron entre los árboles y arbustos.
- ¿A dónde vais? ¿Por qué huis? ¡No tengáis miedo, soy buena! - gritó la figura un poco triste mientras se acercaba a la fiesta.
Milo se enteró y salió de su escondite para ver quién estaba hablando. Cuando se acercó, se dio cuenta de que era una bruja con un gran gorro morado que volaba sobre su escoba.
- Perdone señora bruja, nos hemos asustado porque nunca hemos conocido a una bruja buena. - dijo Milo.
- ¡Vaya! Pero yo solo intentaba unirme a la fiesta, parecía muy divertida desde arriba. - dijo la bruja. - Salid todos, por favor, os demostraré que soy una bruja buena.
Los demás animales siguieron a Milo con miedo y se colocaron todos juntos delante de la invitada. Ella se concentró mucho, cerró los ojos, agitó sus brazos y su escoba y gritó:
- ¡Plumas de gallo y luna que reluce, convierte estas rocas en dulce!
De pronto, todas las piedras de su alrededor empezaron a flotar y, con un chasquido de la bruja, se transformaron en caramelos de sabores y colores increíbles. Los animales, emocionados, corrieron a probarlos y a guardarlos en sus cestas.
- ¡Nunca habíamos visto estos sabores de caramelo! - dijo Milo mientras probaba uno de algodón de azúcar.
- Señora bruja, ¿quiere quedarse a celebrar Halloween con nosotros? - preguntó un patito con la cesta llena de caramelos.
- ¡Estaré encantada! ¡Muchas gracias! - respondió la bruja muy alegre.
Los habitantes del bosque pasaron toda la noche probando caramelos nuevos y aprendiendo trucos de magia de la bruja. Después de la fiesta, todos se fueron a dormir muy felices y con una nueva lección muy valiosa: no hay que juzgar a las personas por su apariencia, porque siempre es bonito hacer nuevos amigos.